miércoles, 30 de noviembre de 2011

LAS FIGURITAS DEL PERIODISMO Y LOS MEDIOS EN LA PANTALLA GRANDE Y CRIOLLA

“Si la lección de la historia no parece lo bastante convincente, podemos recurrir a la ayuda de la ficción”
Umberto Eco

Entre los tantos estereotipos que del cine de Hollywood supimos conseguir, el de la prensa es uno de los más usados. A primera revisión mental salta el papel de Dustin Hoffman en “Mad City” (El cuarto poder, 1997), el del mismo actor junto a Robert Redford en “All the president’s men” (Todos los hombres del presidente, 1976); y –también con Hoffman de protagonista- “Wag the dog” (Mentiras que matan, 1997). Además de denotar cierta obsesión de este actor por el funcionamiento de los media, se puede deducir que las prácticas periodísticas y las empresas que las cobijan –o repelen, según la opinión de cada uno- cuentan con una carga dramática sensible de ficcionar.

También lo supo señalar  Humberto Eco al nombrar otros tres clásicos: “Seven Days in May”, “Dr. Strangelove” y “Fail Safe”. “Las tres trataban de la posibilidad de un golpe militar contra el gobierno de Estados Unidos, y, en las tres, los militares no intentaban controlar el país mediante la violencia de las armas, sino a través del control del telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión”[1], resume. ¿Será tan así? ¿Seguimos hablando de ficción? ¿Estamos ante mitos altamente difundidos?

En una oportunidad, se le preguntó a un grupo de chicos de 16 años cuál era el rol de la prensa. “Mentir”, dijeron en su mayoría… algunos otros dijeron “engañar”. Roland Barthes explica que “el mito constituya un sistema de comunicación, un mensaje”, para luego agregar que “no podría ser un objeto, un concepto o una idea; se trata de un modo de significación, una forma”. Si bien el mismo autor apunta que “el mito es un habla elegida por la historia” [2], el de los medios y la prensa parece gozar de buena salud, sobre todo cuando el cine es el soporte del habla mítica.

POR ESTOS PAGOS

El mismo ejercicio se puede hacer con el cine argentino. “Caballos salvajes” (1995), “Cenizas del paraíso” (1997) y “Cohen versus Rosi” (1998) son tres ejemplos en donde la prensa, si bien no protagonista, conforma un elemento que ayuda al desarrollo de la trama, no sin transmitir una mirada sobre ella. Los ejemplos se repiten en la primeras década (y un poquito más) del nuevo (¿nuevo?) milenio. Las películas “Cruzadas” (2011), “Paco” (2010) y “La demolición” (2005) se vuelven tres soportes para el mito de los medios que se transmite por estos días. En ellas se conjugan visiones sobre las empresas periodísticas, las prácticas periodísticas, sus relaciones con el poder y la justicia, la incidencia que tienen en la vida y opinión públicas, y otros aspectos relacionados con esta compleja actividad.

Antes de sumergirnos en el análisis de estas películas, vale la pena subrayar algunas opiniones que parecen estar decididas en la manera en que se muestra a la prensa (de ficción). En ese sentido, parece ser que lo informativo se mezcla con el entretenimiento, de la misma manera en que la prensa aparece en las tramas de las películas. Magazines informativos, como Turning Point, de la ABC, se enorgullecen de promover sus historias con tal viveza que parecen una película[3]

No es casualidad que Walter Lippman use el título “El mundo exterior y las imágenes en nuestras cabezas”, para el capítulo de “Public Opinion” en el que explica la distinción entre el entorno (el mundo que existe realmente allí fuera) y el pseudo-entorno (nuestras percepciones privadas de aquel mundo)[4]. Maxwell McCombs sentencia que “dependemos de los media para estar informados acerca de asuntos, personalidades y situaciones hacia los que experimentamos sentimientos de apoyo o de rechazo y para conocer aquellos puntos de atención en los que los sondeos miden el pulso de la comunidad”[5]. Estas películas se hacen eco de esta afirmación.
RESEÑAS

En “La Demolición”, el director Marcelo Mangone retoma una obra teatral de Ricardo Cardoso. Estrenada pocos años después de la debacle del 2001, cuenta la historia de Beto (Enrique Liporace), un sesentón que toda su vida trabajó en una fábrica, ahora cerrada y a punto de ser demolida. Cuando el equipo demolición llega al lugar, Osvaldo Lazzari (Jorge Paccini), un hombre en sus cincuentas y víctima de la precariedad laboral, se encuentra con un Beto instalado en su oficina y en plan de negar el hecho de que su trabajo ya no existe. Cuando la prensa llega al lugar –antes que la policía-, alertada por un particular diariero, el hecho comienza a tomar otras dimensiones.

“Paco”, de Diego Rafecas, usa a la prensa como un ingrediente más en su narrativa. Siendo la protagonista Ingrid Blank (Esther Goris), una senadora del Congreso de la Nación Argentina, el personaje se ve acosado por la prensa cuando su hijo Paco (Tomás Fonzi) es encarcelado, acusado de terrorista y relacionado con el narcotráfico.


“Cruzadas”, también de Diego Rafecas, quizás sea la que más reflexiones contiene acerca del modus operandi –siempre desde la mirada personal de la película- de los mass media. El personaje interpretado por Enrique Pinti es sugestivamente bautizado con el nombre de Ernesto Pérez Roble, dueño de un multimedios, que en sus últimos años decide abandonar una vida de intrigas políticas. Su hija Juana Pérez Roble (Moria Casán), heredera del multimedios, está decidida a venderlo, a pesar de la oposición de su padre. La llegada de la hija (Nacha Guevara) y la nieta (Chachi Telesco) ilegítimas cambiará el escenario. Es a través de este conflicto donde se ven los alcances del poder del grupo BA News.

SOBRE LA DEMOLICIÓN




“Además, es necesario aceptar la crítica de Luhman en el sentido de que los periodistas trabajan con el setenta por ciento de la realidad preconstruida”.
Ana María Miralles

De los tres largometrajes seleccionados, “La Demolición” es la que más pone el ojo en la práctica periodística. Desde la búsqueda de fuentes a la forma de preguntar, de la construcción del acontecimiento a la transmisión en vivo, todo pasa por el personaje de Federica Pais. McCombs señalará en ese sentido que “el periodismo es una profesión establecida hace mucho tiempo, con sus propias tradiciones encauzadas, sus prácticas y sus valores” [6]. La película muestra gran parte de estas tradiciones, sobre todo poniéndole énfasis al concepto de historia informativa.

La teoría de la agenda-setting dice que lo que subrayen los medios se convertirá en algo importante para el público[7], y así lo muestra la narrativa cuando la periodista, sin dar muchas explicaciones en cuanto a porqué es importante lo que sucede en la fábrica, lo presenta como el tema del día. “Las noticias no son un reflejo del día, sino un conjunto de historias construidas por periodistas sobre los eventos del día”, apunta McCombs[8].

El hecho de que se trate de una movilera de televisión, también nos lleva a otras reflexiones. Hans Magnus Enzensberger excluía del oficio la televisión porque “nos ofrece de la actualidad sólo aquellos que salta a la vista y no deja espacio para el razonamiento”[9]. Esta descripción queda en evidencia cuando la reportera usa la primera fuente a mano –desde ya, obligada por los tiempos del “vivo y en directo”- y como conclusión sentencia que adentro de la fábrica hay un secuestrador –armado- y un secuestrado.

Sobre el mismo tema, también opina Hart, citado por McCombs. Asegura que la televisión –particularmente, la emisión en directo- estimula una “arrogancia del ojo”, que oculta al telespectador el rol que desempeña en la selección y proyección de las imágenes.[10] También dirá que “la televisión apoya un especial conjunto de sentimientos”. Esto está íntimamente relacionado con una tendencia ya señalada por Antoine Prost. “La comunicación (…) pretende “hacer vivir en directo” el acontecimiento, como si el espectador fuera un actor”, señala.

El personaje interpretada por Pais termina prácticamente invitando a la gente del barrio a que se una a favor de Beto –otrora secuestrador armado-, se manifieste, marche e incluso termina encabezando la movilización y repartiendo besos y abrazos a los obreros de la fábrica. “No se trata, en efecto, de la acusación de inventar noticias, sino del intento de producirlas”, explicará Furio Colombo ante la reflexión de Enzensberger de que “al Wall Street Journal le gusta crear las noticias”[11]. Aquí, a la periodista no hay nadie que la defienda.

Más allá de estas coincidencias entre las teorías de los media y las imágenes sobre la prensa mostradas en la película, también hay desencuentros. Uno de estos es el de las conceptualizaciones de interacción entre temas y situaciones individuales: entorpecimiento/no entorpecimiento. La teoría dice que “el rol del establecimiento del agenda-setting de los media revela situaciones de efectos de fuerte impacto en acontecimientos no entorpecedores y ningún efecto en absoluto en acontecimientos entorpecedores”[12].

Como ejemplo, el desempleo aparece para los profesores de universidades como un acontecimiento no entorpecedor[13], es decir, de bajo impacto. Para los obreros de “La Demolición”, que viven el desempleo, se vuelve un hecho entorpecedor. Sin embargo, esto no evita que la noticia de que Beto “tomó” la fábrica tenga un fuerte impacto en ellos, y que incluso los lleve a manifestarse públicamente.

Sobre la toma del lugar público, también se ha hablado mucho. Es sobre todo Ana María Miralles quien pone la mirada sobre la protesta ciudadana, que “sigue estando estigmatizada en ciertas sociedades que sienten aún temor frente a este voto con los pies”, mientras que señala un trabajo refinado en las estrategias frente a los medios de comunicación que estos movimientos han desarrollado[14].
Si, como apunta Miralles, “la sociedad civil organizada y especialmente la no organizada son los sectores a los cuales la convocatoria abierta de los medios masivos de comunicación les permite vincularse a los temas de interés público”, entonces en “La Demolición” se muestra esta relación.

SOBRE PACO


El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto.
Francisco Umbral

Si bien ocupa un lugar menor en la narrativa, la prensa delimitada en “Paco” está relacionada con los poderes judiciales y legislativos, y la historia nos sirve para conocer cómo –según el mito hablado al que le sirve de soporte- la realidad de la ficción (término algo contradictorio) toman forma en las páginas de los periódicos y en los programas periodísticos.

El problema de la droga ocupa gran parte de la trama, incluso dándole título a la película. Paco se llama el personaje de Tomás Fonzi, y paco se llama lo que consume y que lo llevará a los escenarios donde se desarrolla la película. El tema y su tratamiento ha sido ampliamente tratado por los teóricos de los medias. Reese y Danielian documentaron el papel de The Times sobre su establecimiento del agenda-setting acerca del problema de las drogas en 1986 -tal como lo apunta McCombs- que luego se desperdigó hacia los otros diarios[15].

En cuanto a las relaciones entre el poder y la prensa, no se trata de una novedad. La denominación de “Cuarto poder” fue usada por Edmund Burke a mediados del siglo XVIII[16]. Sobre el mismo siglo, Habermas apuntará que “la crítica a diferentes representantes del nuevo y el viejo poder se constituyó en el eje de la actividad periodística”[17]. Por eso no resulta novedoso que esa relación aparezca en “Paco”. Por otro lado, vale subrayar lo sostenido por McCombs: la película deja de lado el hecho de que “muchos de los informativos diarios se preparan con materiales aportados e incluso iniciados por los funcionarios de la información pública”[18].

Otro punto de inflexión entre el Estado y los medios se ve en cómo estos afectan los destinos del primero. Así como los medios y los ciudadanos trabajan en con la construcción de sentido, los trabajos de opinión pública que llevan temas al tapete –como el uso del paco- se despliegan en los medios de comunicación y “ha comprendido persistentes trabajos de influencia sobre legisladores y políticos en general”[19]. Es decir, como apunta Ana María Miralles, que “los parlamentarios y los periodistas protagonizan la formación del discurso público”. Esto se ve claramente cuando para la senadora Ingrid Blank el tema del paco pasa a ser un tema entorpecedor (del que tiene experiencias de primera mano), resuelve no renunciar a su puesto y decide llevar el tema al Congreso. Es el tránsito desde lo privado a lo público, del que también habla Miralles.

La sensibilidad que temas como estos –que implican  problemas personales de personajes públicos- también ha sido abordado por teóricos. Se da una situación paradójica si tomamos lo que Antoine Prost señala: “La puesta en escena de hombre públicos en la vida privada no ha hecho desaparecer la curiosidad del público por su vida privada”[20]. En “Paco”, la noticia de la complicada situación del hijo de la senadora ocupa, desde ya, la primera plana del diario.

El rango de persona pública que ostenta el personaje de Esther Goris tampoco es novedoso, ya que desde el siglo XVI, los servidores del Estado son personas públicas: tienen un oficio público, los negocios de su oficio son públicos, y públicos se llama a los edificios y establecimientos de la autoridad. Como apunta Habermas “del otro lado están la gente privada, los cargos y oficios  públicos, los negocios públicos y los hogares privados”. El entrecruzamiento de estos dos ámbitos es constante en la película. La misma mujer que sale de anteojos negros y paso veloz para evitar a la prensa, es la misma que sentada es consolada por un desconocido que la reconoce. La misma mujer cuya carrera es tema de un programa periodístico, es la misma que llora abrazada a su hijo en una celda.

Existen dos escenas de la película que nos introducen a temas en los que detenerse. En la primera, el secretario de la senadora se pregunta quién estará detrás de todo esto, en referencia a lo complicado de la situación judicial de Francisco “Paco” Blank y la gran difusión de su caso. En este sentido, Umberto Eco señala que “los posibles autores de una guerrilla semiológica están más empeñados en hacerse mal mutuamente que en hacerle mal a la televisión”[21]. Los media se presentan, en este caso, como arena donde los distintos poderes compiten, negocian o se hieren.

Una de las últimas escenas de la película lo tiene al devenido en actor Nelson Castro haciendo de él mismo, en una entrevista de baja calidad al fiscal de la causa Blank. Es Furio Colombo quien sostiene que “nadie podría pedir el silencio de prensa a un periodista” y que “esa regla (la de guardar silencio) vale sólo para todos aquellos que están relacionados con la parte judicial de la historia”. Castro abre el diálogo preguntándole a su entrevistado acerca del futuro político de la madre del acusado, tema del que el fiscal nada tiene que decir. La reflexión final
de la emisión, algo que de hecho Castro practica en su programa real (el no ficcionado), da cuenta de “que el sistema de la separación se corrompe cuando los periodistas son indebidamente propensos a introducir matices de opinión en sus ‘historias’”[22].

SOBRE CRUZADAS


Medios de comunicación es sólo una palabra que ha venido a significar mal periodismo.
Graham Greene

La idea de que los medios rigen totalmente la atención pública, y -en un tenor más grave- todos los aspectos de la vida de su público, termina perteneciendo a una escuela tradicionalista. Las tecnologías han permitido una relación diferente con las audiencias (ya en plural) que ha demostrado que no siempre estas actúan como se les dicta. Ejemplo de esto es la caída de conocido “diario de los argentinos”. El periódico del principal grupo multimedial del país, Clarín, ha sufrido grandes caídas en sus ventas[23].

Pero desde “Cruzadas”, presentan al multimedios todavía como un ente todopoderoso. Juana Pérez Roble (interpretada por Moria Casán) deja en claro lo conciente de su poderío en más de una ocasión, pero se rescata sobre todo un pequeño discurso íntimo ante sus súbditos más cercanos: “En todo hogar encontrarán esa realidad creada por nosotros, esa sublime pasión hipnótica que produce la ignorancia. Insospechable, imposible de probar y dominar ese espacio visible donde la simple atención de las masas es nuestra sangre. Nuestro embriagador rating”. En otra secuencia calificará a su número de teléfono como el celular “más importante de la Argentina”.

Los primeros teóricos de la agenda-setting estarían al menos de acuerdo con parte de esta sensación de su poderío. Sobre ellos McCombs diría que “se preguntaban quién se ocupaba de fijar la agenda pública”, para luego explicar que “la respuesta empírica era en gran medida que los medios informativos se ocupaban de ello”[24]. Desde una mirada un poco más apocalíptica, Antoine Prost dirá: “Los medios susurran al oído de todo el mundo los grandes principios del momento. Todo el mundo cree que piensa por sí mismo y en realidad no hace más que repetir la opinión del último cronista”[25].

Ya se abordó el tema del poder y los media, pero es en “Cruzadas” donde se representa -de una forma crítica- la intimidad del conglomerado que lidera Pérez Roble: un canal de aire, varios canales de cable, el diario, radios. Habermas señala que ya desde el siglo XVIII las hojas de anuncios aparecidas en Francia
como medio auxiliar de los despachos de noticias y anuncios se convirtieron en todas partes en instrumento dilecto de los gobiernos[26].

La pregunta que suscita la ficción de Rafecas es quién es instrumento de quién. El personaje de Juana rechaza una reunión con un ministro, mientras uno de sus hombres dedicado a los negocios turbios se jacta de que le dan “los papeles en la mano”. En uno de los enfrentamientos con su padre Enrique, la heredera le echa en cara el haber liquidado a muchos en otras épocas. Son actividades que parecen heredadas, ya que el fundador de BA News también tenía el “feliz hábito de terminar con vidas ajenas”.

Noelle-Neumann sostiene que “se suele afirmar que los medios de comunicación masiva influyen en la opinión pública, pero en realidad esta relación no es para nada clara”. En “Cruzadas”, no quedan dudas[27]. En este sentido, Prost apunta: “No se trata, sin embargo, aquí de una maquinación, sino del funcionamiento mismo de nuestra sociedad. En ninguna parte existen instancias maquiavélicas que se habrían confabulado para imponer su ideología. Ni las personas de los media ni los publicistas albergan tales intenciones”[28]. La ficción no podría estar más en desacuerdo con esa defensa.

  1. Eco, U., “Para una guerrilla semiológica”, en: http://old.liccom.edu.uy/bedelia/cursos/semiotica/textos/eco_guerrilla.pdf (consulta: 30/11/2011).
  2. Barthes, R., “Mitologías”, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
  3. McCombs, M. , Los temas y los aspectos: explorando una nueva dimensión de la agenda setting, en Rev. Comunicación y Sociedad Vol. VIII, 1995.
  4. Lippman, Walter en McCombs, M. , Influencia de las noticias sobre nuestras imágenes del mundo, En: Los efectos de los medios de comunicación. Investigación y teorías, Bryant, J y Zillmarn, D. (compiladores)
  5. McCombs, M., Op. Cit.

  1. McCombs, M., Op. Cit
  2. Ibídem
  3. Ibídem
  4. Colombo, F., “Hechos y opiniones”, en: Últimas noticias sobre el periodismo. Manual de periodismo internacional, Barcelona: Anagrama, 1997.
  5. McCombs, M., Op. Cit.
  6. Colombo, F., Op. Cit.
  7. Bryant J. y Zillmann D., “Los efectos de los medios de comunicación: investigación y teorías”, Paidós, Barcelona, 1996
  8. Shaw, D. L. y Slater J. W. (1988) “Press puts unemployment on agenda: Richmond community opinion, 1981-1984”, Journalism Quarterly, 65, 407-411. en McCombs, M., “Influencia de las noticias sobre nuestras imágenes del mundo”.
  9. Miralles, A. M., “¿Hacia una nueva opinión pública?”, en: Periodismo, opinión pública y agenda ciudadana, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2002.
  10. McCombs, M., Op. Cit.
  11. http://es.wikipedia.org/wiki/Cuarto_poder
  12. Miralles, A. M., Op. Cit.
  13. McCombs, M. Op. Cit
  14. Miralles, A. M., Op Cit.
  15. Prost, A. y Vincent, G., “Historia de la vida privada” , Tomo 9: “La vida privada en el siglo XX”, Taurus Ediciones, Buenos Aires, 1991
  16. Eco, U., “El público le hace mal a la televisión”, en http://www.lanacion.com.ar/596242-el-publico-le-hace-mal-a-la-television (consulta: 30/11/2011).
  17. Colombo, F., Op. Cit.
  18. http://www.diarioregistrado.com/Sociedad/51246-otra-ca-da-en-las-ventas-de-clar-n-y-la-naci-n-.html
  19. McCombs, M., Op. Cit.
  20. Prost, A. y Vincent, G., Op. Cit.
  21. Habermas, J., “Historia y crítica de la opinión pública”, Barcelona: G. Gilli, 1994.
  22. Noelle-Neumann, E., “La espiral del silencio. Una teoría de la opinión pública”, en: AAVV. El nuevo espacio público, Buenos Aires: Gedisa, 1993.
  23. Prost, A. y Vincent, G., Op. Cit.

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